jueves, 2 de mayo de 2013

Aquella habitación del séptimo piso.




La noche había caído y las luces de la ciudad penetraban por la ventana del séptimo piso.

Ella, tumbada en la cama, giró la cabeza y le miró:

"Fue realmente mágico. El tiempo se paró. Nada más importante existía. Nada más importante que mirar sus ojos. Observar lo hermoso que era. La forma de sus labios, la curva de su nariz, sus pestañas y su alborotado cabello. Tumbado sobre aquella almohada blanca, como si de un ángel se tratara, caído del cielo para regalarme su sonrisa. En esa habitación. A esa hora exacta. Allí, conmigo."

Él, tumbado en la cama, a punto de romper a llorar:

"Fue realmente doloroso. Las agujas del reloj no avanzaban. Como si cosechara lo que había estado sembrando. Como si mereciera estar retorciéndome de dolor. Observar lo perfecta que era. La forma de su pelo, la perfecta curva de sus pechos, sus mejillas sonrosadas y su dulce sonrisa. Tumbada sobre aquella almohada cubierta de mentiras y cobardía, como si el mismísimo diablo me hubiera castigado por entregarme cuando no era ella a la que realmente amaba. En esa habitación. A esa hora exacta. Allí, conmigo, con una persona que no era yo."

Ambos se acercaron y se dieron su primer beso. Ella lloró por amor. Él, por traición.

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