sábado, 16 de febrero de 2013

Coger el toro por los cuernos

Rutina. Así puedo definir mi día de ayer, mis días de la semana, el mes y el año. Sin exaltaciones ni espontaneidad. Sin frenesí. El mismo camino, la misma rutina.


Me desperté sin ganas. No había podido dormir bien por el malestar que tenía en el cuerpo desde hacía unos días. Era demasiado temprano y hacía mucho frío. 

Abrí el armario. No sabía muy bien qué ponerme y eso como cada mañana, me sacaba de quicio. Sabía que al salir de casa me encontraría con el frío helado mañanero  luego el calor asfixiante del tren y por último, el frío y el viento nuevamente.

A pesar de la "gran euforia" con la que me levanté tenía ganas de volver a mi rutina diaria, estar activo, volver a ver a mis compañeros y sobre todo empezar un nuevo cuatrimestre. Una nueva oportunidad para cumplir lo que siempre me digo: este cuatrimestre irá mejor, profundizaré más en la asignatura y estudiaré desde el primer día. La utopía del estudiante.

Llegué a la facultad. Las asignaturas presentadas prometieron mucho, en especial Escritura Creativa. Parecía ser diferente y querer aportarnos mucho más de lo que normalmente se le exige a un programa.


Este cuatrimestre pintaba muy duro, con muchos trabajos y poco tiempo libre. ¿Qué pasaría ahora con el proyecto que tenía en mente? No tendría tiempo para pre-producir y realizar el cortometraje. Era frustrante. Llevaba tres años en la facultad y aún no había hecho nada significativo. Tres años de carrera. Sin embargo, me sentí aliviado. Era un proyecto que me daba un poco de miedo por ser el primero y la dificultad del nuevo cuatrimestre se presentaba como una excusa.


Terminaron las presentaciones. Cogí el autobús y el tren. Eso sí que es cansino. Esperar al autobús, recorrido de media hora; esperar en la estación, veinte minutos; coger el tren, recorrido de veinte minutos y luego otros 20 minutos andando para ir a casa. Todos los días, el mismo camino.


Llegue a mi casa. Almorcé y me acosté un rato. El malestar con el que llevaba varios días y con el que me levanté había aumentado con el cansancio de la mañana. No tenía ganas de nada. No me planteé qué hacer con respecto al cortometraje, ni me planteé buscar nuevos objetivos. Solo dormí. 

Me metí en la cama y como de costumbre, me retorcí de placer entre las frías sábanas . La almohada también estaba fresquita. Eso me encanta. Es muy reconfortable.


Me desperté con la misma ilusión con la que me levanté. ¡Qué espíritu tan jovial y emprendedor! No hice nada en toda la tarde. Solo jugar al ordenador ,recoger la cocina y mi habitación, que siempre, como por arte de magia, acaba igual de caótica al día siguiente.


Llegó la noche, cené y me puse a ver el programa de antena tres “Tu cara me suena” con mi madre. Eso sí que me gusta, disfrutar del tiempo junto con los seres a los que quiero. Al terminar, me fui a la cama. 



¿Y mañana? 

Rutina. Así puedo definir mi día de ayer, mis días de la semana, el mes y el año. Sin exaltaciones ni espontaneidad. Sin frenesí. El mismo camino, la misma rutina.


Pero soy yo el responsable de esta situación, la vida me está tratando muy bien gracias a Dios. Soy yo el que no lo hago, el que dejar pasar los días muertos como si nunca fueran a acabarse. El que tiene la oportunidad de brillar y no reluce. 










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