domingo, 14 de julio de 2013
¿Y si...?
A veces, intentamos protegernos de la realidad estableciendo una fuerte zona de confort que al final resulta ser contraproducente. Peor el remedio que la enfermedad.
Esa burbuja que creamos, lo único que consigue es producirnos una sensación de seguridad cuando en realidad lo que consigue es expander todos nuestros miedos como si de un tumor se tratase, limitándonos cada día más y más. Y cuando nos queremos dar cuenta nos da miedo todo: realizar nuestros sueños y metas, inyectar una dosis de emoción a nuestra vida, vivir nuevas experiencias...
La cuestión es que nos dejamos llevar por el tóxico y "Y si". ¿Y si no lo consigo? ¿Y si es peligroso? ¿Y si no me lo paso bien?
El peligro y el fracaso está en todas partes así que es absurdo dejarte llevar por un pequeño "Y si". Al final acabas rechazando por miedo cuando incluso en tu propia zona de confort existe el peligro.
No digo de ir de locos por la vida pero que esas pequeñas dudas no nos impidan vivir porque podríamos perdernos algo maravilloso a cambio de una aparente estabilidad.
Ayer mismo, fui de escalada. En cuanto vimos la montaña se nos encogió el estómago, sin embargo la adrenalina y la emoción que sentíamos muchos de nosotros al querer subir la montaña pudo con nuestras pequeñas inseguridades. ¿Y si es peligroso? ¿Y si me caigo? ¿Y si me da un ataque de pánico? Al terminar, muchos de mis compañeros no se arrepintieron en absoluto de haber escalado esa montaña porque las vistas y la experiencia fueron maravillosas.
Qué después la práctica sea mucho más difícil, vale...pero habrá que intentarlo.
martes, 9 de julio de 2013
La foto
Esta noche no dormiré entre tus brazos.
No disfrutaré del olor de tu pelo recién lavado.
Esta noche no.
Mi cama yacerá vacía.
Las velas, ya consumidas, esperarán junto a una cena
intacta.
Te habías ido dejándome solo. Destrozado. Para siempre. Con el alma desquebrajada
en pedazos.
La oscuridad envolvía el silencio que invadía cada
habitación de la casa. Un profundo vacío impregnaba las paredes.
Solo una tenue y cálida luz alumbraba un rincón del salón. Una
semilla de esperanza entre todo aquel desencanto. Vi entonces una foto. Me quedé
mirándola desde aquel incómodo sofá.
La foto de nuestro verano. En ella, la noche había caído y
el contraste de la luz de luna permitía adivinar la figura de un lobo en el perfil de la montaña.
Desde ese verano, prometimos ser fieles a nosotros mismos.
Para siempre. Prometimos no achantarnos ante nuestros miedos. Prometimos ser
libres. Sin ataduras. Decidimos dejarnos llevar por nuestro corazón, intuitivo
e irracional. Decidimos ser salvajes…como aquel lobo.
Observé durante unos segundos aquella foto. Fue entonces
cuando me di cuenta de cuál había sido nuestro error.
Tú y yo ya nos habíamos desgastado. Ninguno podía dar más de
sí. Ya no había amor, solo nos necesitábamos por pura costumbre. Y es en este punto
cuando ya no podíamos aportar nada más. Ese punto en el que estamos fallando a nuestra promesa: ser uno mismo. El punto
en el que nos tendremos que levantar y construir de nuevo un precioso
horizonte, como lo fue el nuestro durante tantos imborrables meses.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)